
La fuga de Carlos Ortega y tres oficiales de una misma familia, de la cárcel militar de Ramo Verde, ha permitido mostrar las costuras, el talante y la actitud del régimen de turno.
En un país, donde muere todos los días un preso por violencia carcelaria, pareciera que quien menos conoce lo que sucede dentro de los penales sea precisamente el gobierno. Mucho menos el fiscal general, quien no tiene vergüenza en admitir que es frecuentemente engañado por super testigos que no pasan de ser vulgares mitómanos de oficio que usurpan identidades y profesiones como medio para ganarse la vida.
El 13 de agosto, a primeras horas de la tarde, se conoció la noticia del escape de Ortega y los tres oficiales Faría. Cuatro personas que han sido condenadas en procesos cuya transparencia no está del todo clara. Si se pregunta al azar en la calle sobre Carlos Ortega, el principal dirigente sindical del país, el encuestado lo menos que expresará será dudas razonables.
A nadie causa sorpresa como los derechos sindicales son vulnerados por el gobierno. No se respetan las contrataciones colectivas y las empresas del estado se dan el lujo de no pagar las prestaciones de los trabajadores que despiden por razones políticas. Todo esto ante la actitud cómplice de las autoridades del trabajo, la fiscalía y el defensor del pueblo.
Por esto no es extraño que el común de la gente encuentre en la condena de Ortega más una venganza que administración de justicia. El delito de Ortega fue dirigir una huelga nacional calificada y reconocida como tal por los organismos internacionales.
En el caso de los oficiales Faría, los civiles conocemos poco. Pero nos causa extrañeza el enseñamiento contra esta familia, sobre todo cuando se oyen las declaraciones de sus abogados.
En esta ocasión, Jesse Chacón nos ha informado que “Hubo complicidad interna en la fuga. Hubo un proceso de preparación interna de esa fuga aproximadamente de tres meses. De acuerdo a la información que nosotros manejamos, hay elementos del mundo político venezolanos que participaron en la organización y elementos que facilitaron los recursos para pagar la logística de la huída”.
Siguiendo siempre la estrategia de huir hacia adelante, el gobierno ya encuentra que son dirigentes de oposición quienes tienen la responsabilidad de la fuga.
En el caso del ministro Chacón, la actitud es recurrente. Recordemos que en la misma noche del asesinato del fiscal Anderson, el ministro tenía elaborada completamente una hipótesis. Hipótesis que el sentido común no admite, pero que el régimen ha tenido una gran dosis de terquedad para mantenerla en el tiempo con la ayuda de los testigos del fiscal Isaías Rodríguez. Por supuesto que a costa de sangre, el sudor y lágrimas. Donde lo que más destaca es la sangre de varios muertos, cuyos casos cerró el fiscal sin investigarlos, y las lagrimas del mismo fiscal por la muerte de Danilo Anderson, que según su propia confesión “le dolió más que la muerte de su madre”. Cosas de los afectos.
A pesar que el ministro Chacón declaró que estaban presos por sus delitos y nos por sus ideas, a todos aquellos que expresaron públicamente sus ideas de alegría por la fuga de Ortega, les ha sido abierta una investigación por órdenes del Isaías Rodríguez. Pareciera que sea un delito expresar ideas.
A pesar de la falsa seguridad que el ministro y el fiscal se esfuerzan por mostrar, las acciones en la calle presentan un cuadro distinto. (
Todo el que creía que Ortega estaba injustamente preso, lo menos que sintió fue alegría al conocer de su escape)
Encontrarse alcabalas móviles de la GN y las policías revisando vehículos en avenidas de gran flujo, o pidiendo documentos de identidad en centros comerciales, revela que el aparato de seguridad del régimen es más represivo que investigativo. Es opinión de expertos en inteligencia que “esos son palos de ciego”. Acciones que se emprenden cuando no se tiene nada y los subalternos deben dar respuestas que no tienen a sus superiores.
Además, reconduciendo las sospechas hacia sectores no afectos al régimen pareciera ser de nuevo la estrategia. Se investiga a Edith Ruiz, asistente de Alberto Federico Ravell en Globoviisón; a Marianela Salazar y a su peluquero; a Nitu Pérez Osuna y al diputado Oscar Pérez.
La verdad pareciera ser que, a una semana del escape, todavía no se conoce la hora en que ocurrió, por donde salieron, como se transportaron, quienes participaron y donde se encuentran.
Ramo Verde es una cárcel militar, donde las normas, relaciones horizontales y verticales son muy distintas a las de las otras cárceles como La Planta, el Rodeo y Yare, que sin son responsabilidad del ministro Chacón. En estos penales de delincuentes comunes, el dinero corre todos los días y no son extrañas las fugas. Sobre todo aquellas donde los presos salen por la puerta grande y que tienen como característico que se conocen después de días y semanas.
En Ramo Verde el mecanismo es jerárquico. Es decir, se cumplen órdenes superiores. Resulta difícil aceptar que los efectivos hayan aceptado dinero, que siempre será poco para el escándalo público que origina una acción como esta. En ese sentido el escape parece ser más un mensaje cifrado de fácil lectura para el destinatario. ¿A quién va dirigido? ¿Quién lo suscribe? Son dos preguntas que el ministro Chacón debiera hacerse.
En todo caso, teniendo presente la trayectoria investigativa del régimen, caracterizada por las actuaciones del dúo Jesse-Isaías, la fuga de Carlos Ortega nos recuerda el popular juego de la gallinita ciega. Ni más ni menos.